
Nunca he aceptado la compasión.
No por soberbia. Sino porque valoro
las cosas que dispongo en cada momento
y peleo por cada fracción de lo que quiero.
Eso, paradójicamente me aleja del orgullo.
Anido, complaciente en la lucha y la satisfacción.
Todo lo que una persona es capaz de conseguir,
con sus manos o pensamientos es el fin de vivir.
Nunca pido.
Siempre tomo.
Defiendo a lo míos,
y caminando seguimos.
Porque una caída,
tan solo es,
la oportunidad
para un comienzo.
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