domingo, 21 de febrero de 2010

La hermandad de la muerte.




—Mis captores pueden tener de mí la opinión que les venga en gana, pero no pueden condenarme por mis rela­ciones personales, narcos o no narcos, trátese de quien se tratara. La persecución contra mis parientes me resulta infa­me: el poder desde la sombra es impune y vengativo.


Luego, en lucha por mostrarse dueña de sí:


—Me he emborrachado con la vida y he padecido cru­das de las que me he levantado. Ahora tropiezo con los muros de mi celda entre la depresión y el ánimo, medio muerta y medio viva, caída y vuelta a levantar. Estoy aquí sin delito y esto ya va para 10 meses.


A punto de rodarle las lágrimas, un clínex las contiene en la cuenca de los ojos:


—No llore, señora.


—En la cárcel, lloramos todos.




[Narco en la sala palo palo(Marinaleda) el 26 de febrero.]

No hay comentarios:

Mi lista de blogs