
—Mis captores pueden tener de mí la opinión que les venga en gana, pero no pueden condenarme por mis relaciones personales, narcos o no narcos, trátese de quien se tratara. La persecución contra mis parientes me resulta infame: el poder desde la sombra es impune y vengativo.
Luego, en lucha por mostrarse dueña de sí:
—Me he emborrachado con la vida y he padecido crudas de las que me he levantado. Ahora tropiezo con los muros de mi celda entre la depresión y el ánimo, medio muerta y medio viva, caída y vuelta a levantar. Estoy aquí sin delito y esto ya va para 10 meses.
A punto de rodarle las lágrimas, un clínex las contiene en la cuenca de los ojos:
—No llore, señora.
—En la cárcel, lloramos todos.
[Narco en la sala palo palo(Marinaleda) el 26 de febrero.]
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